
Las conferencias matutinas del poder ejecutivo nacieron con la promesa de abrir la comunicación entre el gobierno y el pueblo. Se presentaron como un mecanismo de transparencia directa, donde los medios podrían cuestionar sin filtros y los ciudadanos tendrían acceso a información sin intermediarios. La gobernadora de Baja California replicó ese formato en el ámbito estatal, reforzando la idea de que la rendición de cuentas diaria sería una constante. Pero en los hechos, las conferencias se han convertido en escenarios controlados, con preguntas filtradas, respuestas preparadas y silencios impuestos.
En teoría, cualquier periodista debería poder preguntar sobre cualquier tema.
En la práctica, hay listas de medios aprobados, bloques de temas, limitaciones de tiempo y una incomodidad palpable cada vez que alguien se atreve a romper el guion. Cuando se tocan temas sensibles —desapariciones, feminicidios, corrupción, fallas institucionales o problemas de seguridad—, la fórmula de respuesta parece ya escrita: desacreditar la pregunta o desviar la atención. El objetivo no es dialogar, sino mantener el relato bajo control.
La dinámica no es exclusiva de Baja California. A nivel federal, los ejercicios de verificación de hechos —como los desarrollados por Animal Político en su sección El Sabueso— han demostrado que incluso bajo un formato más sobrio, como el adoptado por la presidenta Claudia Sheinbaum, persiste la desinformación sistemática.
En los primeros dos meses de su gobierno, El Sabueso documentó 16 frases falsas o engañosas emitidas desde la tribuna presidencial. Entre ellas, la afirmación de que “Sinaloa prácticamente no tenía homicidios” antes de la captura de “El Mayo Zambada”, cuando en realidad los asesinatos se habían incrementado entre 2022 y 2023, pasando de 499 a 566 casos.
Aunque Sheinbaum ha optado por un discurso menos agresivo que su antecesor —evitando insultos directos como “prensa fifí” o “hampa del periodismo”—, persisten las omisiones y manipulaciones.
La sección Quién es quién en las mentiras fue reemplazada por El Detector de Mentiras, pero su funcionamiento sigue siendo controlado: las cápsulas son elaboradas por el equipo de InfodemiaMX y presentadas sin oportunidad de réplica.
En Baja California el fenómeno no solo se replica, sino que se agrava. No existe un ejercicio institucionalizado de verificación como El Sabueso para desmentir datos locales.
La exclusión de preguntas incómodas se realiza de manera directa. La evidencia está a la vista: cuando una activista feminista intentó confrontar a la gobernadora con cifras sobre feminicidios, fue interrumpida en vivo y se le negó la palabra a otros participantes. El mensaje fue claro: los temas incómodos no tienen cabida.
Mientras a nivel federal se calcula que 42% de los turnos de pregunta en las mañaneras de marzo 2025 correspondieron a medios y comunicadores “pro 4T”, en Baja California los medios locales críticos enfrentan un cerco aún más cerrado. En la revisión de Animal Político de 133 turnos de preguntas analizados, 56 correspondieron a medios declaradamente obradoristas o favorables a Morena.
En las primeras 101 mañaneras de Sheinbaum, 690 turnos de preguntas fueron registrados, de los cuales 225 fueron para medios afines, como El Chapucero, Polemon, Ecos Media MX y otros portales “alternativos” que respaldan la narrativa oficial.
A nivel de audiencias, la estrategia también muestra matices interesantes. Las mañaneras de Sheinbaum en YouTube alcanzaron un promedio de 455 mil vistas en los primeros dos meses, frente a las 571 mil vistas que registró López Obrador en sus últimos meses de mandato. Sin embargo, en TikTok, Sheinbaum aventaja claramente: acumula 6 millones de seguidores, el doble de los 3.2 millones del expresidente.
Lo que debería ser un foro abierto para el diálogo ciudadano se ha transformado en una vitrina propagandística. El problema no es únicamente lo que se dice, sino lo que se omite sistemáticamente. La transparencia genuina no consiste en transmitir discursos en vivo, sino en garantizar que todas las voces, especialmente las críticas, tengan acceso al micrófono.
En Baja California, esta práctica se ha convertido en regla. Los medios que intentan preguntar sobre temas como el colapso hospitalario, el abandono escolar, el desvío de fondos para programas de género o la corrupción institucional, son ignorados o vetados de forma sutil pero efectiva.
No hay una prohibición explícita, pero el control se ejerce a través de acreditaciones, turnos de preguntas administrados y bloqueos informales.
La operación mediática del gobierno estatal no se limita al control del espacio físico de las conferencias. Abarca la asignación discrecional de publicidad oficial, la promoción de portales alineados y el silenciamiento de voces independientes. En paralelo, han surgido en Baja California medios de reciente creación que replican la estrategia nacional: cobertura amable, énfasis en cifras de inversión, exaltación de recorridos comunitarios y omisión sistemática de crisis estructurales como la inseguridad o la crisis hídrica.
Esta arquitectura del control no es accidental. Es un modelo perfeccionado desde el poder federal, que encontró en la mañanera una herramienta eficaz para imponer agendas, moldear percepciones y debilitar el periodismo crítico. La diferencia radica en que, a nivel estatal, los mecanismos de verificación independientes son prácticamente inexistentes, lo que deja a la ciudadanía aún más vulnerable ante la manipulación informativa.
A nivel federal, la selección de preguntas también ha sido objeto de escrutinio. Según datos de Animal Político, entre los medios con mayor número de preguntas en las mañaneras de Sheinbaum destacan Diario Basta (18 turnos), El Chapucero (14 turnos), y Capital 21 (11 turnos), todos ellos vinculados de alguna manera a simpatías abiertas hacia Morena. En contraste, medios críticos como Proceso apenas lograron formular 9 preguntas en el mismo periodo.
En Baja California, la concentración de la palabra no tiene siquiera el disfraz de un sorteo democrático como en el Salón Tesorería. La selección de medios es previa, y quienes son considerados “no confiables” simplemente no son convocados o no reciben el micrófono. La arquitectura es todavía más rígida, más cerrada.
El verdadero periodismo, en este contexto, se vuelve un acto de resistencia. Publicar lo que el poder no quiere que se publique, preguntar lo que nadie quiere responder, insistir donde otros callan, se convierte en una obligación cívica y democrática.
Porque sin preguntas incómodas, sin reportajes que expongan lo que se oculta, lo que queda no es una democracia vibrante, sino un espectáculo cuidadosamente montado para aplaudirse a sí mismo.
La pregunta inevitable es: ¿para qué sirven entonces estas conferencias? Sirven para reforzar la percepción de que todo marcha bien, de que el gobierno está cerca de la gente, de que hay gobernabilidad. Pero cuando esa percepción se construye sobre omisiones y maquillajes, su duración es precaria. Se puede sostener un tiempo, pero la realidad, tarde o temprano, reclama su lugar.
Hoy en Baja California, como a nivel federal, la arquitectura de la información está diseñada para simular apertura mientras se restringe el debate real. Sin mecanismos independientes de verificación, y con un ecosistema mediático crecientemente subordinado, el margen para la verdad se estrecha.
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Mientras esta dinámica persista, no se podrá hablar en serio ni de ciudadanía informada, ni de prensa libre, ni de transparencia genuina.
Lo que queda, en cambio, es una arquitectura del silencio transmitida en vivo. N