
Tras días de luto y homenajes multitudinarios, el Vaticano anunció que el próximo 7 de mayo comenzará el cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, quien falleció a los 88 años debido a un derrame cerebral y una insuficiencia cardíaca. La Capilla Sixtina ya se encuentra cerrada al público para iniciar los preparativos de la histórica elección.
La misa funeral, celebrada en la escalinata de la Basílica de San Pedro, congregó a jefes de Estado, miembros de casas reales y cientos de miles de fieles, en un último adiós a un pontífice que revolucionó el rostro de la Iglesia católica. Francisco descansa ahora en una sencilla tumba de mármol blanco en la Basílica de Santa María la Mayor, cumpliendo su deseo de austeridad incluso en su despedida.
El cónclave reunirá a 134 cardenales menores de 80 años, quienes deberán alcanzar una mayoría de dos tercios para elegir al nuevo pontífice. Aunque el Colegio de Cardenales cuenta con 135 miembros electores, algunas ausencias, como la del cardenal Antonio Cañizares Llovera por motivos de salud, podrían modificar ligeramente el número de votantes.
Las congregaciones generales ya han comenzado, sirviendo de espacio para discutir los desafíos que enfrenta la Iglesia: desde el secularismo creciente hasta los problemas de transparencia financiera. Entre los responsables de dirigir este periodo de transición destaca el cardenal Kevin Farrell, actual camarlengo, apoyado por cardenales de peso como Reinhard Marx, Luis Antonio Tagle y Dominique Mamberti.
La diversidad será una característica central del próximo cónclave. Cuatro de cada cinco cardenales electores fueron nombrados por Francisco, quien amplió la representación de países históricamente marginados en el Vaticano, como Mongolia, Laos y Mali. Esta composición podría inclinar la balanza hacia la continuidad de la agenda reformista que el papa argentino promovió durante su pontificado de 12 años.
La votación se llevará a cabo en un estricto secreto, precedida por la tradicional Misa Pro Eligendo Papa. Una vez dentro de la Capilla Sixtina y tras el solemne llamado “extra omnes”, los cardenales permanecerán aislados del mundo exterior hasta que la fumata blanca anuncie al nuevo líder de la Iglesia católica.
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Más allá del ritual y la solemnidad, el cónclave de mayo será decisivo para el futuro espiritual, social y político de 1,400 millones de católicos alrededor del mundo. N