La primera vez que Luis lloró fue también la última vez que alguien lo vio hacerlo. Tenía diez años, los nudillos raspados y una mirada que, desde entonces, aprendió a bajar al suelo. Fue en uno de esos veranos calurosos y polvorientos en casa de los abuelos, donde los niños no descansaban, sino que “se … Leer más
La primera vez que Luis lloró fue también la última vez que alguien lo vio hacerlo. Tenía diez años, los nudillos raspados y una mirada que, desde entonces, aprendió a bajar al suelo. Fue en uno de esos veranos calurosos y polvorientos en casa de los abuelos, donde los niños no descansaban, sino que “se … Leer más