
Imagina un sistema de Inteligencia Artificial (IA) que examine los correos semanales de tareas de sus empleados para determinar quién aporta valor y dónde hay rezagos. Es una idea ambiciosa que resuena en círculos obsesionados con la eficiencia, incluso en experimentos gubernamentales como DOGE en EEUU. ¿Podría una empresa implementar algo similar? ¿Mejoraría la productividad o generaría problemas? Analicemos por qué considerarlo, qué tener en cuenta y cómo abordar desafíos clave: capacitación, incumplimiento, datos sensibles y diferencias entre equipos.
El objetivo es la rendición de cuentas y la optimización. Al usar IA para revisar correos de actividad (me refiero a esos resúmenes de “lo que hice”), se podrían identificar patrones: quién impulsa resultados, dónde se pierde tiempo o qué proyectos están estancados. Para una empresa enfocada en la eficiencia -reducir costos o agilizar procesos- esto resulta valioso: un supervisor incansable e imparcial que ofrece datos en tiempo real. Sin embargo, el éxito no depende solo de la tecnología, sino de su aplicación y la reacción del personal. Comparto a continuación algunos aspectos a considerar:
¿Por qué hacerlo? Si se trata de señalar a los menos productivos, surgirá desconfianza. Debes definir un objetivo claro -como optimizar recursos o detectar cuellos de botella- y comunicarlo con transparencia. Los empleados deben percibir a la IA como una herramienta de apoyo, no como una amenaza. Sin claridad, se fomenta el temor, no el compromiso.
La IA depende de información útil. Correos vagos o inconsistentes producen resultados poco fiables. Debes establecer un formato claro y estructurado -orientaciones, no imposiciones- para que el sistema funcione eficazmente.
La IA no es infalible; refleja los datos que recibe. Si la cultura empresarial ya favorece ciertos roles, podría magnificar ese sesgo, destacando a algunos mientras pasa por alto a otros esenciales pero discretos. Es crucial probar el sistema para garantizar que valore todas las contribuciones.
Sin esto, el desconcierto o la resistencia son inevitables.
El incumplimiento es un riesgo. Si un área, como marketing, lo adopta, pero otra, como ingeniería, lo rechaza, hay algunos puntos que puedes considerar:
Un equipo renuente distorsiona los datos y afecta el ambiente laboral. Siempre considera actuar con tacto.
Si los correos incluyen datos confidenciales -clientes, finanzas, información personal- el riesgo es alto. Ante este aspecto debes considerar:
La seguridad es prioritaria; un descuido puede ser catastrófico.
Los equipos creativos y analíticos operan diferente; la IA debe adaptarse a esto. Aquí posibles soluciones:
La flexibilidad es clave; la rigidez fracasa.
Analizar correos con IA podría transformar una empresa: identificar ineficiencias, reconocer a quienes destacan y afinar el enfoque. Pero es un equilibrio delicado. Si se hace bien, es innovador; si falla, puede generar rechazo o brechas de datos. La capacitación, la equidad y la adaptabilidad son esenciales, y con información delicada o equipos diversos, la cautela es imprescindible.
¿Debería intentarlo? Si puedes invertir en safeguards -transparencia, seguridad, apoyo- podría ser viable. Inspírate en los soñadores de la eficiencia, pero construye algo que beneficie a todos, no solo al algoritmo. N
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