El trastorno del desarrollo del lenguaje (TDL) es una alteración de la comunicación y el neurodesarrollo que interfiere con la adquisición, comprensión y uso del lenguaje en la infancia. Al ser considerado uno de los trastornos más frecuentes en menores, las estrategias de apoyo tienen que llevarse a la sociedad en general.
Según el Instituto Nacional de la Sordera y otros Trastornos de la Comunicación (NIDCD), a menudo las señales de alarma se presentan en edades muy tempranas, pues el principal antecedente del TDL suele ser un retraso en el comienzo del habla y dificultades persistentes en el lenguaje.
Además, los menores con trastorno del desarrollo del lenguaje suelen tardar más en agrupar palabras en oraciones; cometer errores gramaticales frecuentes al hablar; y tener dificultades para aprender nuevas palabras, conversar y seguir instrucciones, pues no comprenden bien las palabras que se les dicen. Ello afecta la capacidad de escucha, lectura y escritura de los niños.
Al ser un trastorno que limita la comunicación, los menores que lo padecen enfrentan barreras significativas en su desarrollo social y académico. Si bien la academia se ha concentrado en diseñar estrategias que mejoren la situación de niños con TDL dentro de las aulas y en las consultas, los expertos subrayan la importancia de implementar estrategias innovadoras que faciliten su inclusión fuera de las escuelas y en la sociedad en general.
Al igual que en otros trastornos del neurodesarrollo, la participación de la familia y los amigos son fundamentales para el desarrollo social y emocional. La doctora Courtenay Norbury, de la University College London (UCL), destaca que a menudo es fuera de las clases donde las situaciones son más difíciles, pues por lo general el entorno no posee las herramientas necesarias para brindar apoyo y eso puede interferir en el aprendizaje.
La importancia de la familia es evidencia de la necesidad de capacitar a los tutores en estrategias de interacción lingüística y desarrollo del lenguaje con el fin de que puedan brindar un apoyo continuo en el hogar. La intervención temprana cobra importancia, pues permite reconocer estrategias óptimas de apoyo al lenguaje y a la comunicación satisfactoria, lo que ha generado mejoras significativas en los menores.
Un ejemplo práctico consiste en reemplazar el instinto natural de las familias de hacer más preguntas cuando el niño no habla y en su lugar brindar más ejemplos de lenguaje, con descripciones sobre lo que el menor ve, hace o piensa.
El reconocimiento de otras señales comunicativas más sutiles, como señalar, mirar algo o hacer un movimiento general es otra estrategia que los cuidadores pueden utilizar para proporcionar más información lingüística.
Además, los compañeros de clase de los menores con trastorno del desarrollo del lenguaje son una red de apoyo esencial al integrarlos en actividades extracurriculares que fortalecen su confianza y sus habilidades sociales. Norbury destaca la importancia de que los jóvenes con este trastorno forjen redes sociales positivas y participen en actividades que les gusten y destaquen, ya que estas experiencias fomentan la autoestima.
“Muchos jóvenes con trastornos del lenguaje tienen talentos tremendos en el campo artístico, como el teatro o la música, la construcción o la cocina”, señala la especialista y agrega que, con estas actividades, los menores con TDL se sienten valorados y reconocidos.
Los programas que involucran a la familia y al entorno escolar también destacan por los beneficios que brindan y por posicionarse como un nuevo enfoque holístico que combina el apoyo en el aula con actividades extracurriculares comunitarias.
Estas apuestas, sin embargo, enfrentan el reto de construir una sociedad informada y concienciada, pues solo de esta manera la inclusión comenzará a verse como una tarea de todos y dejará de ser un esfuerzo único de las familias y pacientes.
La comprensión social sobre qué es el desarrollo del lenguaje y cómo impacta en la vida de los niños es clave para las intervenciones tempranas y de mejora de la calidad de vida que promuevan la inclusión.
En este sentido, la terapeuta también considera que los avances en tecnología para la inclusión son determinantes, ya que estos pueden mejorar la comunicación, el aprendizaje y la participación activa.
Los enfoques de intervención multisensorial y el uso de tecnología inclusiva, como aplicaciones de apoyo al aprendizaje y dispositivos que facilitan la personalización de actividades y contenido educativo o la mejora de la comunicación benefician no sólo a quienes posean un diagnóstico de TDL, sino a personas con muchas otras dificultades de aprendizaje.
Aunque en los últimos años han existido avances significativos, sobre todo en las aulas, todavía existen retos que superar. Entre ellos, una necesaria actualización de los modelos de evaluación del lenguaje conforme a las evidencias científicas actuales, lo que implica pasar de un modelo centrado en diagnósticos estáticos a un enfoque de diagnóstico funcional que permita conocer las habilidades con necesidad de apoyo y las potencialidades del desarrollo del menor.
Fuertemente relacionado, es importante la implementación de intervenciones multinivel, es decir, adaptadas a diferentes niveles de apoyo que permitan valorar de manera precisa el impacto de cada intervención y ajustarla según las necesidades específicas de cada niña o niño.
Con estos cambios se busca, además de mejorar la vida de los menores y sus familias, ofrecer un retorno positivo a la sociedad al reducir costos en múltiples sectores.
Diversos estudios han demostrado que invertir en intervenciones tempranas y efectivas para el trastorno del desarrollo del lenguaje representa un beneficio económico para la sociedad a largo plazo, pues el apoyo temprano reduce significativamente los costos asociados con servicios de dependencia, salud, educación especializada y justicia. Además, mejora las oportunidades de independencia futura para las personas con TDL. N
