
Con gran frecuencia se oye decir que no se puede trabajar con jóvenes de esta generación debido a su gran inconformidad ante los ámbitos laborales existentes. Su franqueza, nivel de compromiso y metas ya no son compatibles con las viejas prácticas empresariales; estas son las demandas del segmento que representa el 45 por ciento de la PEA.
“TRABAJA para ti, por ti y en ti” es apotegma que a menudo los padres inculcan a sus hijos desde la infancia y que permea hasta la vida adulta, sobre todo cuando comienza su trayectoria profesional y que, inevitablemente, también impactará en su vida personal.
Por ello, no es de extrañar que cada vez más jóvenes de entre 22 y 35 años de edad sientan mayor discrepancia y desapego por las formas tradicionales del trabajo, no siendo así la actitud por el empleo o función que desarrollan en sí, sino por las condiciones en las que se desenvuelven día a día.
Poca motivación, nulo crecimiento y muchas expectativas en hombros son algunas de las situaciones a las que se enfrentan actualmente los poco más de 30 millones de milénicos (millennials), según datos del Inegi, lo que representa una cuarta parte de la población total del país, consolidándose como el motor de la economía y desarrollo en México.
En lo que respecta al nivel educativo, los millennials se caracterizan por tener un mayor grado de escolaridad que los miembros de la generación X o boomer.
No obstante, los salarios actuales que perciben no representan ni el 20 por ciento del costo total de sus estudios, lo que ocasiona frustración y estancamiento profesional en comparación con los resultados obtenidos por otras generaciones, quienes quizá no tuvieron que esforzarse tanto como ellos para tener uno o dos empleos y salir adelante.
¿Qué pasa una vez que conseguiste el empleo soñado, después de un largo proceso de reclutamiento, donde tuviste que enamorar a tus entrevistados con tus credenciales y aptitudes?
Los jóvenes se encuentran cara a cara con prácticas poco eficientes, donde la rigidez, el abuso y el acoso son parte del día a día, aunado a las pocas o nulas prestaciones de ley y los contratos ambiguos, donde preguntar por tales agujeros legales es sinónimo de retar a la autoridad.
“Muchas empresas abusan del talento de la gente y su necesidad económica; por ello los mantienen por honorarios o en condiciones poco dignas, no les brindan la posibilidad de tener una planta o un mejor panorama laboral —lo cual genera mucha incertidumbre a la larga—; no te permite planear a futuro y solo vivir al día”, expresa el comunicólogo Roland Robleda, cuya trayectoria es de más de 20 años en el ámbito editorial y actoral.
Si a ello agregamos que cada vez son menores las prestaciones y la tolerancia a la diferencia en los espacios laborales, las cifras se convierten en apabullantes.
Tan solo en 2020, en Latinoamérica se registraron más de 60 millones de quejas por hostigamiento sexual a la mujer, 38 millones de demandas por discriminación y 25 millones de demandas por incumplimiento de contrato, como asegura ONU Mujeres.
De hecho, de acuerdo con el organismo Workplace Bullying Institute en Estados Unidos, en la gran mayoría de las oficinas no existen las condiciones óptimas para que las víctimas tengan la tranquilidad de denunciar a su violentador, al contrario, se continúa encubriendo al victimario.
Eso se traduce en que alrededor del 65 por ciento de las víctimas toman la decisión de renunciar a su trabajo para frenar el acoso o abuso, según la fuente previamente citada.
En efecto, estas dinámicas de asedio comienzan cuando las reglas no son claras desde un principio, declara Patricia Leyva, abogada laboralista, quien afirma que hábitos tan sencillos como no advertir que haya un código de vestimenta definido u obligatorio hasta metodologías y formalismos empresariales como cultura laboral ocasionan estas incidencias.
Expresiones como generación de “mentiritas” o “de cristal” son algunos términos que suelen oírse en los corredores de las oficinas cuando empleados de más años se refieren a los millennials debido a que estos reaccionan ante metodologías desfasadas, ambientes poco colaborativos, jerarquías rancias u opacidad en temas de flexibilidad y cultura laboral, ya que esta generación, lejos de acatar prácticas cuestionables, evidencian el daño que producen tales conductas, que a la larga carcomen a la empresa y provocan fuga de talento y mal manejo de recursos.
“Yo no permití que se burlaran de una compañera por llevar pelo azul a la oficina, mi jefe dijo que parecía ‘payasita de crucero’, lo cual es un comentario completamente clasista y peyorativo”, dice María Stephan, diseñadora gráfica cuya agencia de publicidad se ha convertido en un campo de batalla en el que combate con autoridades de visión corta, en un área supuestamente más liberal y creativa.
Por esta serie de razones, y muchas más, varios profesionales con posgrados han preferido dejar los espacios tradicionales de trabajo para emprender por su cuenta negocios de todo tipo, donde las ideas emergentes, la frescura y la calidad de la atmósfera sean mejores.
“A veces es preferible ganar menos monetariamente hablando, pero mantener los ánimos en alto”, dice Bruno Cerna, contador independiente, quien renunció a una importante empresa trasnacional para tener mayor tranquilidad y tiempo personal.
Con la pandemia se demostró que, con los recursos apropiados y una metodología enfocada en los resultados, es posible optimizar y maximizar las metas sin problema alguno, ya que la gestión del tiempo, así como un ambiente agradable, provocan un mayor impacto positivo en la operación diaria de millones de empleados alrededor del mundo cuyas funciones desempeñadas por el teletrabajo evidencian que es posible trabajar en un esquema híbrido sin que las métricas decaigan.
Además, se ha demostrado que la eficiencia no debe cuantificarse en horas tras el escritorio o de sumisión ante oligarcas que insisten en seguir un esquema del siglo XX y sin todas las particularidades o beneficios que existían en aquella época.
Tan solo para 2025 se espera que los millennials sean el 75 por ciento de la fuerza laboral en México y el 50 por ciento a escala mundial, por ello no es de extrañarse que en sus manos esté hacer más justo, incluyente, transparente y llevadero el espacio de trabajo. N