
Colombia enfrenta una alarmante escalada de violencia protagonizada por rebeldes y narcotraficantes, la cual ha dejado más de 100 muertos y miles de desplazados en solo cinco días. Este recrudecimiento del conflicto armado pone en jaque los esfuerzos de paz del gobierno de Gustavo Petro, quien busca diálogos con los grupos armados del país.
Los enfrentamientos se concentran en la frontera con Venezuela, el sur amazónico y el norte de Colombia, donde organizaciones criminales luchan por el control territorial y las rutas del narcotráfico en el principal productor mundial de cocaína.
La región del Catatumbo vive un drama humanitario crítico. Miles de desplazados se refugian en albergues improvisados vigilados por militares, mientras que cientos han huido hacia Venezuela. Según un responsable forense, las morgues de Norte de Santander están saturadas en un “250%”.
El presidente Petro acusó al ELN de cometer “crímenes de guerra” y suspendió las negociaciones de paz. “El ELN ha escogido el camino de la guerra y guerra tendrá,” afirmó en la red X.
Más de 5,000 soldados han sido desplegados en la región, y el Ejército ha evacuado a más de 230 personas en helicópteros, incluidos niños.
En el municipio de Calamar, Guaviare, los enfrentamientos ocurrieron entre facciones lideradas por “Calarcá”, quien negocia la paz con el gobierno, e “Iván Mordisco”, quien se opone a cualquier acuerdo. Estas facciones luchan por el control de territorios cocaleros en la Amazonía.
Velásquez, ministro de Defensa, señaló que los 20 muertos registrados en esta zona probablemente eran combatientes de ambos grupos.
Desde su llegada al poder en 2022, Gustavo Petro ha apostado por una paz total dialogada con guerrillas, bandas criminales y narcotraficantes. Sin embargo, los avances han sido limitados y sus opositores lo acusan de ser indulgente, señalando que los grupos armados han ganado fuerza durante su mandato.
El conflicto armado en Colombia, que ha durado más de seis décadas, ha dejado 9.5 millones de víctimas, principalmente desplazados. Este nuevo capítulo de violencia pone en evidencia la complejidad del proceso de pacificación y la necesidad de soluciones integrales para frenar la crisis humanitaria. N