
Donald Trump utilizó una vez más sus facultades presidenciales para conmutar la pena de cadena perpetua a Alice Marie Johnson, una mujer de 63 años que llevaba más de dos décadas en prisión y por quien había abogado la estrella estadounidense Kim Kardashian.
La Casa Blanca dijo en un comunicado que Alice fue una presa modelo que “trabajó duro para rehabilitarse en prisión y actuar como mentora de sus compañeros” y afirmó que el presidente Trump “cree que aquellos que pagaron sus deudas a la sociedad y trabajaron arduamente para mejorarse mientras estuvieron en prisión merecen una segunda oportunidad”.
Johnson fue condenada en 1996 a cadena perpetua por tráfico de cocaína, bajo una dura legislación que preveía fuertes penas en casos de drogas, aunque fue su primer delito y no incluyó violencia.
La estrella de reality shows y empresaria Kim Kardashian, quien la semana pasada se reunió con el mandatario estadounidense para pedir la conmutación, escribió en Twitter que esta era “la mejor noticia jamás”.
Este anuncio sucede después de que Trump afirmara que tiene el “derecho absoluto” de otorgarse a sí mismo un indulto presidencial en caso de ser condenado por la investigación en curso de la trama rusa aunque, afirmó, “no ha hecho nada malo”.
La conmutación de Johnson llega tras el perdón total de Trump a Dinesh D’Souza, que anunció el jueves. D’Souza se declaró culpable de hacer una contribución de campaña ilegal en 2014, una admisión que le valió cinco años de libertad condicional con ocho meses para para atender viviendas transitorias y servicio comunitario.
“¡Fue tratado injustamente por nuestro gobierno!” Trump escribió en un tweet.
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A finales de mayo, Trump le dio un perdón póstumo a Jack Johnson, el primer campeón de boxeo negro de peso pesado, que fue declarado culpable en 1913 por transportar a una mujer blanca a través de fronteras estatales. Durante su vida, Johnson sirvió 10 meses en una prisión federal.
“Un verdadero luchador”, dijo Trump sobre Johnson el mes pasado, durante una ceremonia de firma en la Oficina Oval. “Tuvo una vida difícil”.
En abril, Trump indultó a Lewis Libby Jr., conocido como Scooter Libby, el ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, que fue condenado hace más de una década por perjurio y obstrucción de la justicia por su participación en una filtración que reveló la identidad de la ex oficial encubierta de la CIA Valerie Plame.
Libby se acercó a un indulto presidencial bajo el ex presidente George W. Bush, quien ayudó a Libby a esquivar el tiempo en la cárcel al conmutar su sentencia de 30 meses. Sin embargo, Bush se negó a concederle a Libby un indulto total.
“No conozco al Sr. Libby, pero durante años he escuchado que ha sido tratado injustamente. Con suerte, este perdón completo ayudará a rectificar una parte muy triste de su vida”, dijo el presidente en un comunicado.
El marino Kristian Saucier recibió un indulto presidencial en marzo, cuando Trump lo reconoció por su “dedicación” y “espíritu patriótico” a pesar de que Saucier fue condenado por tomar fotografías de áreas clasificadas dentro de un submarino en 2009, un crimen al que se declaró culpable en 2016
El caso de Saucier había estado en el radar de Trump por un tiempo, habiéndolo discutido con el abogado de Saucier y con el ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn.
Tal vez el indulto más controvertido del presidente hasta la fecha. En agosto, Trump indultó a Joe Arpaio, el exalguacil de Arizona que había sido declarado culpable de desacato criminal por perseguir latino, violando una orden judicial que le ordenaba detenerse.
Arpaio también fue el arquitecto de la Tent City de Arizona, un campamento al aire libre donde cientos de prisioneros fueron alojados y humillados, vestidos con uniformes de rayas blancas y negras y ropa interior rosa en el calor del desierto. Nunca pasó -ni pasará- un día de cárcel debido al perdón de Trump.
Trump primero ejerció su poder de indulto y conmutación para acortar la sentencia de Sholom Rubashkin, el ejecutivo de una empresa kosher empacadora de carne en Iowa.
En 2009, Rubashkin fue declarado culpable de lavado de dinero, por enviar facturas falsas a bancos para hacer que su empresa pareciera más lucrativa de lo que era, lo que le permitió pedir prestado más dinero. Rubashkin fue condenado a 27 años de prisión, de los cuales cumplió ocho años.
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Con información de Newsweek