
Históricamente el ser humano ha buscado la manera de mitigar el clima extremo. El frío o calor incomodan a las personas y no les permite concentrarse, desarrollar su trabajo, e incrementar su productividad, siempre con los mismos resultados: fatiga, mal humor, contracción de músculos, transpiración excesiva y a veces se alcanza la deshidratación.
Incluso la Organización de las Naciones Unidas (ONU), procura que los esfuerzos por moderar el clima sean atendidos mediante metodologías como la responsabilidad social empresarial, como se observa en el punto 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: “Energía asequible y no contaminante”.
En el mundo hay más programas y herramientas de gestión a favor del buen uso de la energía alternativa y eso está llevando al ser humano a ser más consciente del consumo de energía, pero todavía no lo suficiente para dar carpetazo a este indicador.
Pareciera un círculo vicioso. El cambio climático genera temperaturas más extremas, y entonces el individuo mitiga con equipos como el aire acondicionado, contribuyendo en mayor o menor grado a la generación de gases efecto invernadero (GEI) de tal forma que no parece haber fin.
¿Pero podemos mantener un espacio más confortable sin dañar a nuestro planeta? Aquí planteo algunas sugerencias: