
A pesar de estar prohibido desde 1998, en Costa de Marfil se sigue mutilando a niñas, adolescentes y mujeres adultas no solo como ritual, sino también para traficar con sus clítoris por “un auge para preparar pócimas de amor, conseguir dinero o acceder a altas funciones políticas”.
De acuerdo con un reporte de la agencia AFP, existe un tráfico ilegal de clítoris cuyo precio en el mercado, después de que es pulverizado, puede alcanzar unos 100,000 francos (3,500 pesos), según pudo confirmar la agencia de noticias con hechiceros, extirpadores, investigadores, trabajadores sociales y el director de la Organización Nacional para la Infancia, la Mujer y la Familia (ONEF), Labe Gneble, quien explicó las razones del auge.
La magnitud de esta violación a los derechos humanos de las mujeres en este país de África Occidental es difícil de estimar, aunque datos de la OCDE reportan que una de cada cinco marfileñas ha sufrido ablación.
Esta mutilación, practicada entre la infancia y la adolescencia como un rito de paso a la vida adulta o un medio para reprimir la sexualidad de una hija, constituye una violación a los derechos fundamentales, como han documentado Unicef y la UNESCO.
Ejercida durante siglos por diferentes religiones en África Occidental, sus consecuencias son graves: además del dolor físico y psicológico, suele presentarse esterilidad, complicaciones en el parto, infecciones, desangrados e incluso la muerte.
“Cuando cortan el clítoris, lo dejan secar durante un mes o dos” y luego “lo aplastan con piedras”, explica Moussa Diallo, un hechicero de Costa de Marfil. Queda entonces un “polvo negro” que mezclan con “hojas, raíces, cortezas o manteca de karité”, un ingrediente popular en la cocina africana.
La venden por unos “100,000 francos (unos 3,500 pesos mexicanos) si la mujer es virgen” o unos “65,000 francos si ya ha tenido hijos”, explica Diallo, que ahora milita contra la ablación.
Según él, el tráfico de clítoris persiste y en el pueblo donde ahora vive pudo comprar recientemente una mezcla de polvo de clítoris y plantas que enseñó a AFP. En función del lugar, estos órganos mutilados se entierran, se lanzan a un río o se entregan a los padres, explican a AFP varias personas que se dedicaban a esta práctica.
Pero también hay usos ocultos, a menudo para “hechizos”, confirman una de ellas. La ley marfileña condena el comercio del glande del clítoris como “tráfico de órganos”, punible con multas y varios años de prisión, explica la abogada Marie Laurence Didier Zezé.
Pero la prefectura policial de Odienné, encargada de cinco regiones del noroeste del país, nunca ha iniciado ningún procedimiento por este delito. “La gente no da información sobre cosas sagradas”, se excusa el teniente N’Guessan Yosso.
La ginecóloga Jacqueline Chanine, que trabaja en Abiyán, la mayor ciudad de Costa de Marfil, explica lo evidente: “El clítoris no puede dar poderes”. “Es absurdo”, afirma. Sin embargo, la práctica persiste en varias regiones, aseguran los investigadores.
El socioantropólogo de la salud Dieudonné Kouadio pudo constatarlo durante un estudio sobre la escisión en la ciudad de Odienné. “Me dieron una botella que contenía precisamente el órgano mutilado, secado, en forma de polvo negruzco”, explica este investigador de la Universidad de Bouaké.
En la zona donde trabajaba antes Diallo podían llegar a mutilar hasta “30 mujeres” en un mismo día, asegura el exhechicero.
Sobre todo entre enero y marzo, cuando la llegada del viento seco del harmatán desde el Sáhara favorecía una mejor cicatrización de las heridas. N